Cuando a principios de los 60 la radio popular iniciaba un programa de alfabetización en varias comunidades indígenas y campesinas de una provincia andina del Ecuador, estaba lejos de imaginar que en las siguientes dos décadas se consolidaría como un sistema de teleducación popular en casi todo el país.
Ya en los 90, no más de diez radios comunitarias, diseminadas a lo largo y ancho de la geografía ecuatoriana, deciden agruparse en red como la Coordinadora de Radios Populares y Educativas del Ecuador (CORAPE), estrategia no solo de supervivencia ante el creciente monopolio del espectro radiofónico privado, sino como una vía de comunicación alternativa al sistema. Hoy la red está conformada por 36 radios comunitarias, más de 30 emisoras fraternas y varios centros de producción comunitarios, todos ellos vinculados a procesos de desarrollo social.
Más allá de sus posicionamientos sociales sobre el acceso a la educación, salud, derechos humanos o defensa del medio ambiente, la red CORAPE, por su misma naturaleza, genuinamente popular y de interpelación a los poderes, se situó -con frecuencia, peligrosamente- como pieza clave del devenir político del país. Solo un año atrás, había narrado trece días de movilizaciones, hostigamientos y muertos. Había acompañado la marcha de cientos de mujeres y hombres desde las aldeas más alejadas del territorio hasta su llegada al corazón de la represión, en la capital. En la calle, con la gente. Sin exagerar, bajo el fuego. Nada nuevo: trece días, treinta años, de primera mano, comunicando.
La red CORAPE, por su misma naturaleza, genuinamente popular y de interpelación a los poderes, se situó -con frecuencia, peligrosamente- como pieza clave del devenir político del país.
Pero un día de marzo amaneció y todo era diferente. También para las radios comunitarias la llegada del COVID-19 trastoca todo. Por orden del Estado todos debían permanecer en casa; y, sin cabina, sin consola, ¿qué hacer, cómo trasmitir? Peor aún, lejos de los lugares y de las fuentes, ¿qué decir? Mas, si algo prueba la sabiduría de la naturaleza en sus estrategias en pro de la vida, es la diversidad de formas de resistencia que inventa, y la estructura en red es una de ellas. Una vez más, la red de radios comunitarias, gracias a esa increíble simbiosis que viene practicando hace más de 30 años, logró adaptarse a la situación de pandemia aplicando sus atributos propios: la cooperación del conjunto para alcanzar objetivos comunes, la participación como forma de relacionamiento, el trabajo con la comunidad y la atención a los más vulnerables.
En efecto, en medio del estupor de los primeros días de confinamiento, una especie de clamor sordo empieza a crecer en la sociedad: la información oficial es caótica, pero sobre todo, se pone en evidencia la precariedad de los sistemas de comunicación digital en el país, saturados por el incremento del teletrabajo y las clases escolares en línea. Queda al desnudo la brecha de conectividad entre zonas urbanas y rurales. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF (2018), en el Ecuador solo el 37% de los hogares tiene conexión a internet; en zonas rurales, únicamente el 16%.
La información sobre el desarrollo de la pandemia es desconcertante: los datos del Gobierno no cuadran con la realidad que se vive en las localidades y los medios de comunicación privados presentan más datos del exterior que del país, exhibiendo la dinámica propia de los medios comerciales: escasamente generan contenidos, se limitan a reproducir los de los grandes monopolios de la comunicación mundial.
CORAPE capta enseguida este vacío informativo y tecnológico, pero sobre todo, siente la profunda soledad y abandono de las comunidades. Comprende la importancia que cobran las ondas radiales en este contexto, reconoce el papel que debe desempeñar y se activa. Ha emprendido, sin saberlo, un profundo e irreversible proceso de transformación en su manera de hacer radio. Lo hace de manera intuitiva y en un increíblemente corto periodo de tiempo (CORAPE, UNICEF, 2020).
Se piensa en primer lugar en las familias, sobre todo, en la salud de las familias, de manera especial la de niñas, niños y adolescentes. Así, se lanza junto a UNICEF a la creación de un programa radial con un enfoque de atención a la infancia, que se construye sobre cuatro ejes: salud y nutrición, protección y buen trato, educación e inclusión social. Por votación, las radios escogen el nombre del programa: Pasaporte Educativo. De manera emergente se hace una curaduría de productos educomunicacionales ya existentes en ambas instituciones y se adaptan al contexto de pandemia, a la vez que se inicia la generación de nuevos recursos pedagógicos, como la malla de contenidos y la creación de una página web del programa. Solamente 25 de las 36 radios afiliadas tienen la capacidad técnica de adherirse a la implementación del proyecto, pero el programa se difundirá en toda la red. El formato que se escoge es la radiorevista, por su versatilidad y la libertad que ofrece en cuanto a la voz de la comunidad a micrófono abierto, con trivias y concursos sobre las temáticas educativas tratadas, pero sobre todo, para la escucha de las inquietudes, reflexiones y testimonios de los participantes acerca de su experiencia relativas a la pandemia.
La activación del proyecto no fue fácil, requirió de la conformación, capacitación y coordinación de todo un equipo de trabajo en el territorio, pero, una vez más, el enorme compromiso y convicción de comunicadoras y comunicadores populares, además de un excelente flujo de la comunicación interna, hicieron que se concretara un programa que arrancó con su primera emisión en junio y se prolongará hasta finales de diciembre de 2020.
Paralelamente a Pasaporte Educativo, CORAPE se propone informar, cubrir el vacío dejado por el Estado y los medios privados. Pone en marcha varias estrategias: replantea sus contenidos y producciones y modifica su parrilla para orientarla en su casi totalidad a tratar el tema de la salud en el contexto COVID, a la vez que emite mensajes constantes sobre prácticas de prevención del contagio por medio de cápsulas, cuñas y recomendaciones de los locutores.
En cuanto a las fuentes, según Patricio Cerón, educador intercultural e investigador de lo que fue esta experiencia (recogida en un documento pronto a publicarse y sobre el que se basa este artículo), “las radios sopesan transmitir la información oficial -inverosímil a los ojos de las comunidades, que dicen vivir una realidad bien distinta a la difundida por el Gobierno- o adentrarse en los territorios a pesar de las restricciones de movilidad y confinamiento”. Finalmente, deciden, por profesionalidad, acudir primero a las instituciones estatales y a la academia, pero inmediatamente después se dirigen a las organizaciones sociales, líderes comunitarios y sabios (conocedores del tratamiento de algunos de los síntomas comunes al COVID); a los testimonios de la población local y al material que produce CORAPE en la capital con los insumos enviados desde las emisoras de la red en el territorio, procesándolos y retransmitiéndolos. El esfuerzo de recoger la información local, contrastarla con la oficial y reconstruirla, supuso una constante en el trabajo cotidiano de los comunicadores y produjo el efecto de un mayor vínculo entre las radios y la comunidad: muchas fueron invitadas a participar en las asambleas para la planificación de acciones comunitarias contra la pandemia y con frecuencia la selección de contenidos comunicacionales se hizo de manera conjunta y a demanda de la comunidad.
Pero el gran salto fue la colonización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que, mezcladas con las ondas tradicionales, dieron a luz una nueva manera de hacer y escuchar la radio comunitaria. Esas nuevas tecnologías ya existían y hasta cierto punto se utilizaban, pero fue la pandemia, con sus implacables imperativos, la que vino a transformar de un día para otro las ahora viejas estructuras comunicacionales. Por iniciativa propia y a marchas forzadas, muchos comunicadores se capacitan en el manejo de plataformas digitales para producir desde sus hogares; las radios instalan softwares para dirigir las emisiones desde fuera de la cabina y la planificación se orquesta a través de plataformas como Zoom o Jitsi. De igual manera, entran de lleno en el llamado “periodismo móvil” en reemplazo de los instrumentos de cabina. Una vez más, las radios comunitarias han sabido adaptarse para lograr la supervivencia. Han mutado, generado resistencia. Hoy, meses después de esa primera fase de la pandemia y con las medidas de confinamiento más relajadas, la red continúa trabajando en estas modalidades, llegando a lugares donde, en muchos casos, solo penetran sus ondas.
Sí, hay radio popular para rato.
Vohlonen, Anna. (2018). COVID-19: Cómo asegurar el aprendizaje de los niños sin acceso a internet. Ecuador. UNICEF. Recuperado de https://www.unicef.org/ecuador/historias/covid-19-cómo-asegurar-el-aprendizaje-de-los-niños-sin-acceso-internet
Fundación ERPE. (2018). Nuestra Historia. Ecuador. Fundación ERPE. Recuperado de https://www.erpe.org.ec/index.php/nosotros/historia
CORAPE, UNICEF. (2020). Memoria de la experiencia de los medios comunitarios de la red CORAPE durante la emergencia sanitaria. Quito, Ecuador.