Relaciones impostergables

Por: Ricardo Cubides, historiador

Son múltiples las relaciones entre los medios de comunicación y la historia del conflicto armado en Colombia, entre el periodismo y los actores del conflicto. Es una multiplicidad que debe ser observada a la hora de analizar las posibilidades de la comunicación en los procesos de construcción de ciudadanía, de exigibilidad de derechos y de manera obvia y específica en relación con las rutas de reparación que se han construido para las víctimas en nuestro país. No son sólo múltiples estas relaciones, son complejas, por decir lo menos, observando que se han entretejido gracias a la natural importancia de la comunicación, en todos los procesos históricos relacionados con el desarrollo de los medios de comunicación en el país. Los medios y las tecnologías evolucionaron en medio de la confrontación. Sesenta años de evolución de la comunicación en los cuales cada invento, cada transformación, transitó al interior de una realidad de violencias que de una u otra manera afectaron su avance.

En síntesis, la guerra afectó todas las dimensiones de la comunicación, generando daños humanos y materiales, y transformando el sentido mismo de las acciones comunicativas.

Para delimitar la reflexión al objeto que nos convoca en este espacio, observamos el surgimiento, o mejor, el desarrollo de las radios comunitarias y/o ciudadanas, en medio de uno de los momentos de mayor escalamiento del conflicto armado: los ochenta, la década en la que el narcotráfico permeó de manera definitiva y permanente la confrontación.

Todos los actores armados obtuvieron en consecuencia una mayor capacidad de fuego, lo cual básicamente se tradujo en mayores impactos sobre las comunidades y, por supuesto, en interferencias directas sobre las nacientes experiencias sonoras.

Los medios y las tecnologías evolucionaron en medio de la confrontación. Sesenta años de evolución de la comunicación en los cuales cada invento, cada transformación, transitó al interior de una realidad de violencias que de una u otra manera afectaron su avance.

Los ochenta son además los años en los que el paramilitarismo como proyecto adquirió dimensiones nacionales y alcanzó control territorial en varias e importantes regiones del país, llegando a consolidarse como un remedo de Estado sobre el Estado.

Basado en cifras oficiales, el Centro Nacional de Memoria Histórica describió de manera rigurosa y acertada al paramilitarismo como el actor armado que realizó hechos de victimización en mayor número y dimensión en los territorios que controló, contra las comunidades y de manera contundente contra líderes sociales y periodistas comunitarios.

Mientras los medios comunitarios y ciudadanos, a nivel mundial, por lo general avanzan como un espacio alterno a los lugares de enunciación privados o institucionales que tienen cooptados los canales de difusión, aprovechando su cercanía a los contextos comunitarios, esta transformación en algunas regiones de Colombia vino acompañada por una urgente necesidad de sacar a la luz lo que sucedía en los territorios, entendiendo la contundencia de las acciones de los grupos armados.

Las radios comunitarias de hecho lograron crear espacios alternos a los institucionales, alternos a los privados y avanzaron en difundir, además de los problemas locales no relacionados con el conflicto armado, realidades que por razones que aún desconocemos no pasaban por la agenda de la mayor parte del periodismo nacional.

Una agenda que, siendo sinceros, se paró de espaldas a las masacres, desplazamientos, desapariciones, torturas y otros crímenes atroces que nos trajo la guerra.

Las radios comunitarias logran crear espacios alternos a los institucionales, alternos a los privados y avanzan en difundir además de los problemas locales no relacionados con el conflicto armado, realidades que por razones que aún desconocemos no pasaban por la agenda de la mayor parte del periodismo nacional, una agenda que, siendo sinceros, se paró de espaldas a las masacres, desplazamientos, desapariciones, torturas y otros crímenes atroces que nos trajo la guerra.

Lo que devela el transcurrir del tiempo es, que a razón de estas apuestas impostergables en el día a día de la comunicación comunitaria que tuvo que vivir la guerra, apuestas aún subvaloradas en términos de memoria del conflicto, la radio comunitaria sufrió y sufre ataques directos, daños que marcan de muchas formas su desarrollo en regiones como el Magdalena Medio, el Caribe, Cauca, Santander, Nariño y Caquetá entre otras. El tema ha sido tocado ampliamente de diferentes maneras desde los espacios institucionales que se plantean para la reconstrucción del tejido social, como también desde las apuestas propias de los medios comunitarios. Desde mi experiencia creo importante diferenciar áreas específicas a la hora de pensar la manera integral para avanzar en estos momentos y consolidar apuestas coherentes para el desarrollo conjunto de la comunicación comunitaria y la construcción de paz.

Hay tres aspectos que deberían tenerse en cuenta al observar la relación entre medios comunitarios y posconflicto o construcción de paz.

  1. Pensar la memoria de la radio comunitaria como parte de la memoria histórica del país y en esta medida evidenciar las afectaciones, no sólo las sufridas directamente por personas que hicieron parte de las iniciativas, sino las sufridas por el proceso en su conjunto, en clave de futuro y observando daños a todo el sector, a sus apuestas, a su infraestructura, a su memoria. Esta perspectiva ayuda a repensar el proceso no sólo desde una posible exigencia de restablecimiento de derechos. Sobre todo permite entender cómo se viabilizan estrategias para reconstruir lo que pudo ser afectado en un universo que ponga sobre la mesa la importancia de los caminos truncados.

  2. Así como la memoria de los medios comunitarios y sus archivos pueden ser muy importantes para entender lo que sucedió con el sector y planear posibles caminos de reconstrucción, también lo son para todos los procesos de memoria histórica regionales de las comunidades. En este punto es básico entender las apuestas de desarrollo regional, los planes de desarrollo o las carencias más sentidas de las comunidades, no sólo en clave de entender el conflicto con mucha fuerza en perspectiva de futuro impidiendo que permanezcan las carencias históricas a la hora de operar planes operativos como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDETs)y otros que actualmente empiezan a avanzar. Los medios alternativos pueden ayudar a mantener luchas en relación con derechos insatisfechos.

  3. Un punto que está en constante lucha y en el que la comunicación alternativa siempre ha jugado un papel fundamental es la prevención, o eso que llamamos hoy en día garantías de no repetición. Denunciar lo que sigue sucediendo, observando las lecciones aprendidas en torno a la seguridad y el autocuidado en clave de construcción de paz, nos debe llevar a fortalecer las garantías de no repetición. Es de vital importancia seguir fortaleciendo la construcción de liderazgos, acompañando los procesos con alertas sobre los posibles riesgos. Los medios comunitarios deben poder leer en clave de región el mapa de los posibles peligros. Este punto que parece alterno al de la comunicación, un espacio al que se le entrevista, al que se le pregunta, debería ser asumido tanto para la construcción de contenidos como para la planeación de las apuestas comunicativas en clave de desarrollo territorial.