Las comunitarias y los dilemas de la sostenibilidad: 0-1 en el campo de juego con esperanza de empate

Por: Patricia Rendón Galván, comunicadora social y periodista

En un capítulo del libro que narra la historia de vida de Marcos Pérez Caicedo, uno de los personajes principales de la radiodifusión comercial en Barranquilla y el Caribe colombiano, se lee este relato: “La filosofía de Pérez Caicedo en convertirse en dueño de una emisora fue la misma desde que tuve uso de razón, ¿Por qué no compras una emisora? Le pregunté muchas veces, ‘no te compliques la vida, deja que el dueño compre los tubos, pague la luz y todo lo que conlleva ser propietario’ sostenía, ‘mejor pago el arriendo del espacio y no tengo problemas’ […]”.1

Al final del capítulo que contiene esta anécdota se cuenta que el personaje de la historia compró una emisora, la cual tuvo que volver a vender a los pocos años de haberla adquirido, porque le resultó económicamente insostenible.

Este es un diálogo que encuentra tal vez lugar entre las décadas de 1970 y 1980, (en el libro no se especifica la fecha), es decir, un contexto muy diferente al que abordo en este artículo. Lo cito porque, aunque el tema central del libro Entre la Rubia y la Morena de Pérez Quintero no es el asunto de la sostenibilidad económica de la radio en general, este aparte me llevó al recuerdo de un diálogo informal que sostuve en marzo de 2012 en Bogotá, en el marco del Primer Encuentro de Emisoras Comunitarias de Ciudades Capitales de todo el país.

A grandes rasgos, el encuentro se centró en discutir el problema de la financiación de las emisoras comunitarias, los problemas técnicos y las amenazas de cierre a las que se enfrentaban cientos de emisoras en todo el territorio nacional por incumplimiento de sus obligaciones financieras, técnicas y legales ante el Estado colombiano, tales como pago por uso del espectro, obligaciones y deudas millonarias ante Sayco y Acinpro, entre otras. En medio de una de las sesiones de trabajo, una de las participantes me dijo en un tono ciertamente desesperanzador: “de haber sabido lo difícil que era sostener una radio comunitaria, mejor no nos hubiéramos metido en este lío”.

Este tipo de reflexiones emergen a menudo en los encuentros, en las reuniones de evaluación, en los balances que se realizan a nivel de las organizaciones sociales locales, que tienen la concesión de alguna licencia de una emisora comunitaria.

La lucha por sostenerse y cumplir de manera coherente con su función social es un asunto que aún desvela a quienes entraron en la dinámica de la adquisición de licencias de emisoras comunitarias a comienzos de la década de los 90. Un hecho que sin duda aportó un paso significativo en el proceso –aún en lenta construcción­–, de una real democratización de la comunicación, que incluye el derecho de las comunidades a acceder y fundar sus propios medios de comunicación y el reconocimiento legal de la figura de radios comunitarias en el paisaje mediático de Colombia.

En la actualidad, más de 20 años después de haberse adjudicado las primeras licencias de funcionamiento a emisoras comunitarias y de acuerdo a datos consignados en el Plan Técnico de Radiodifusión Sonora FM del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación de Colombia (datos de 2014), “en el país se encuentran 1567 canales asignados de emisoras radiales, de las cuales 652 son comunitarias, 688 comerciales y 227 emisoras de interés público”.2

En contraste con lo que pareciera un número significativo de radios comunitarias en aparente normal funcionamiento, otros datos compartidos por la Federación Colombiana de Medios Comunitarios (2017), muestran un panorama preocupante: “272 emisoras comunitarias en Colombia han sido cerradas, en igual número de municipios en los últimos ocho años, y otras 300 van por el mismo camino”.3

La lucha por sostenerse y cumplir de manera coherente con su función social es un asunto que aún desvela a quienes entraron en la dinámica de la adquisición de licencias de emisoras comunitarias a comienzos de la década de los noventa.

Por otro lado los hallazgos de la FLIP a través del proyecto de Cartografías de la Información (2015/2017) arroja otros datos que develan el estado de silenciamiento en el que se encuentran las regiones por la falta de medios de comunicación locales o cercanos a la realidad de las comunidades: “el 46% de los municipios del país no cuenta hoy con emisoras comunitarias legalmente constituidas, 5% más que en 2010, año en que Colombia llegó a tener un pico de 658 emisoras comunitarias, producto, en parte, de un documento Conpes construido durante el gobierno de Álvaro Uribe que, según varias fuentes consultadas del sector, ha sido gradualmente relegado al olvido”.4 De acuerdo con la investigación adelantada por la FLIP, el olvido se manifiesta, sobre todo, en los 385 municipios que hasta hoy no han podido ingresar al grupo de las emisoras comunitarias o los que han visto agonizar sus proyectos en los últimos años.5

Sumado a esto, la realidad compleja de los contextos políticos en los territorios que pasa por la amenaza a la vida y seguridad de periodistas, la permeabilidad de los medios a los poderes políticos locales y la autocensura frente al cubrimiento de temas de corrupción y violencia, profundizan la situación de riesgo a que se ve expuesto el proyecto global de la radiodifusión comunitaria en Colombia.

Pese a la complejidad del contexto en el que se mueven las radios comunitarias en Colombia, este sector insiste y persiste en mantenerse al aire. Casi inexistentes son los argumentos contrarios a la idea de que los medios comunitarios son necesarios para avanzar desde lo local, en el proceso de democratización de la comunicación en Colombia, que en últimas equivale al aporte que desde las radios comunitarias se puede hacer a la construcción de paz. Un proceso que, para darse, debe incluir las voces diversas desde las realidades y particularidades de las regiones, propiciar la participación de comunidades informadas y comunicadas y garantizar la existencia de medios de comunicación en escenarios locales. Por ello la pregunta de ¿cómo sobrevivir en el intento?, sigue teniendo hoy más que nunca validez y vigencia.

Reflexiones sobre el ejercicio de la gestión sustentable de las radios comunitarias

La concesión de la licencia de funcionamiento como emisora comunitaria, asignada a una comunidad organizada, es solo una parte del todo. Este paso de la asignación de la licencia para hacer uso del espectro no necesariamente tiene que ser el comienzo de la historia o punto de partida de la radio. Muchas de las emisoras comunitarias en el país tienen como base a organizaciones sociales o procesos que, previo a la fundación de la radio, venían recorriendo un camino desde el trabajo social con comunidades.

El reto para muchas (bien podría decirse que todas) ha sido aprender a funcionar como medio de comunicación comunitario que, bajo la lógica de la normatividad establecida para el sector de radiodifusión en Colombia, no cuenta con un claro campo de juego para superar los riesgos que el “sin ánimo de lucro” implica para un medio de comunicación comunitario, un terreno de competencia de mercado.

En la cartilla “La radio comunitaria una empresa social sustentable”, resultado de un trabajo de producción colectiva apoyado por los Ministerios de Cultura y de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia en 2010, se propone una definición de las emisoras comunitarias que por su naturaleza se pueden clasificar como una empresa económica y una organización social con objetivos culturales y políticos: “la emisora comunitaria forma parte de las empresas del sector de la economía social y solidaria y en consecuencia se rige por sus principios y criterios […] basada en la propiedad común de los medios y en la participación comunitaria en los procesos de gestión.”6

Una definición que apunta a un ideal, más no a la realidad particular del sector.

Por su parte el maestro José Ignacio López Vigil en su Manual urgente para radialistas apasionados (1997), nos confronta con su abordaje crudo y directo sobre el verdadero reto al que se enfrentan las experiencias de comunicación comunitaria en tiempos neoliberales: “[…] se acabaron los modelos sociales, se acabó la política. Queda solamente la economía, con sus inexorables flujos de oferta y demanda. […] Este es el mundo que nos ha tocado vivir. Un mundo avaro que quiere igualar culturas, pero no bolsillos […] Es en este apabullante mundo neoliberal donde tenemos que construir una radio democrática, que aprender a construirla […]”. 7

López Vigil señala un elemento central de la discusión sobre la sostenibilidad de las radios comunitarias: el aprendizaje y la construcción de un modelo que se adapte a los contextos en tiempos de supremacía de la lógica neoliberal, cuyo mandamiento central se basa en la libre competencia, que como el mismo López Vigil caracteriza, significa en últimas “que ganen los mejores. Sálvense quienes puedan”.

El reto que impone cualquier definición de competencia implica, de acuerdo a López Vigil, un elemento central: calidad. La expresión “que ganen los mejores”, pone entonces a las radios comunitarias frente al reto de ofrecer una programación de calidad que sea capaz de competir y sobrevivir, que por un lado sea coherente con su proyecto político-comunicativo, que dialogue con sus objetivos sociales y por el otro resulte tan atractiva para las audiencias, que tenga la suficiente fuerza para que elijan escuchar esa y no las otras emisoras.

En palabras de López Vigil significa: “rentabilizar la empresa a fuerza de creatividad. […] la calidad del programa jala la cantidad de la audiencia. Y esta última- a no ser en situaciones muy represivas- jala a los anunciantes […] que requieren como es lógico de algunos filtros. ¿Ganar la audiencia es el objetivo? No, pero sin audiencia -sin mucha audiencia- no podemos lograr nuestro objetivo”.

El asunto de la calidad de la programación y los contenidos de la radio que logren identificar los intereses de la audiencia y que, en el mejor de los casos, convoquen a participar de la radio, pasan por otros aspectos que requieren ser garantizados: un equipo de trabajo permanente y dignamente remunerado, con las capacidades y la formación o experiencia en producción de contenidos radiofónicos y condiciones técnicas básicas para el funcionamiento.

De esta manera no resolvemos la pregunta de la sostenibilidad en sí misma, sino que identificamos una serie de condiciones que se deben crear para propiciar que la radio comunitaria tenga oportunidad de ser sostenible.

Belén Pardo, quien hace parte del equipo de coordinación general de Vokaribe Radio, emisora comunitaria de Barranquilla, aborda el tema de la sostenibilidad como un asunto que se define y resuelve en el entorno social en el que se ubica la radio: “La sostenibilidad social es para nosotros la clave de la sostenibilidad del proyecto global de la radio. El entorno nuestro es la base de nuestra sostenibilidad. Si nosotros no trabajamos para la gente en los barrios en los que estamos, nuestra radio puede ser un gran negocio y puede tener mucho dinero, pero no es sostenible como proyecto político comunicativo. Entonces, la base de la sostenibilidad en el entorno, implica que no siempre tenemos recursos que provienen de nuestro entorno cercano, porque nuestro entorno es un entorno empobrecido […]. Significa que no es ahí donde podemos encontrar recursos en el sentido de lo económico. Y hay que jugar en ese entorno para motivarlo y que sea también parte de ese corazón de la radio, que entienda cuál es el valor de la radio, que no necesariamente es un valor económico, sino una herramienta cuyo valor está en que permite aprender otras cosas”.8

En ese orden de ideas, parte de la sostenibilidad de estos medios, está en la idea de mantener viva la lógica con la que nació la radio comunitaria, que como en el caso de Vokaribe Radio, está atravesada por un eje sustentado en el entorno y la motivación por aportar a la transformación de ese entorno. En un contexto en el que el afán por entrar a ser parte de la competencia por el mercado puede propiciar el riesgo de perder esa idea final y última que da sentido a la existencia del modelo de la radio comunitaria.

En el caso de una emisora como Vokaribe Radio, ubicada en un contexto urbano de las características de las localidades Suroccidente y Metropolitana de la ciudad de Barranquilla, los riesgos que se filtran se pueden identificar en dos líneas: una por las fisuras propias del mercadeo y la competencia publicitaria, y por el otro lado en la política, desde donde suelen aparecer ofertas de publicidad pagada que genera condiciones propicias para silenciar o censurar el medio, en cuanto al abordaje de temas que estén relacionados con los intereses del político o grupo que patrocina la radio.

Belén Pardo lo ilustra así: “El proyecto político comunicativo debe ser siempre la línea que determina todas las acciones en términos de la sostenibilidad económica. Por ejemplo en el caso nuestro, en el aspecto publicidad, no aceptamos empresas de agroquímicos, empresas de bebidas azucaradas, tabaco, empresas que estén generando daños evidentes, partidos políticos, iglesias…en especial iglesias evangélicas de las que hay un boom y todas buscan un espacio que no es de construcción de comunidad amplia, sino de pequeña comunidad y gueto, frente a lo que nosotros como medio hemos dicho, que si entre tres o más iglesias se ponen de acuerdo y hacen un programa, o una serie de iglesias hacen su programa, se puede considerar, pero no si es una iglesia que pretende llenar sola la parrilla de la programación”.9

Las claridades frente al “con quién no” y “ qué no”, permiten filtrar e identificar los mecanismos para la gestión sustentable, que en el caso concreto de Vokaribe Radio se ha visto reflejado principalmente en la gestión de recursos vía cooperación internacional, pero también por la vía de las convocatorias que hace el Estado a nivel nacional y local, con proyectos que no solo van orientados en la línea de producción de contenidos sonoros, sino también en formación. Siendo este último uno de los fuertes de la línea de gestión de Vokaribe Radio

¿Qué otras ideas además de las ya mencionadas, pueden entonces dialogar en esa línea de la gestión? Retomando la propuesta de López Vigil, de “rentabilizar la empresa a fuerza de creatividad”, pueden surgir ideas que permitan posicionar la emisora en escenarios no explorados.

En el caso de Vokaribe Radio, la estrategia de la Radio a la Calle implementada desde 2015, que consiste en sacar la radio del estudio y llegar a los barrios con una unidad móvil para producir en directo y con la comunidad un especial radial que aborde temas propuestos por la misma comunidad, donde se practique el ejercicio propuesto por Paulo Freire del “hablar con” y no “sobre” las personas o comunidades,10 ha ayudado a fortalecer la relación emisora-entorno, propiciando condiciones que a mediano plazo garanticen la sostenibilidad social orientada por el proyecto político comunicativo y llamando la atención de cooperantes potenciales que identificados con la apuesta de la radio, ayuden a sostener desde lo económico el proyecto total.

El laboratorio de la autogestión sustentable permanece abierto a la exploración permanente: probar y validar, probar y descartar. Las respuestas no las tenemos, pero tal vez algunas se encuentren precisamente en el desorden de nuestros proyectos y sus circunstancias como aspecto necesario para la sostenibilidad. Como lo plantea Belén Pardo de Vokaribe: “hay que ver el desorden en el que uno está. Aceptar la crisis en la que se está…En nuestros medios la sensación de crisis es permanente, porque no hay nunca un equilibrio o una tranquilidad. […] si uno desordena las cosas y no se esfuerza por darles orden sino que las ve en su verdadera dimensión de desorden y caos, tiene oportunidad de entenderlas para intentar cosas nuevas”.

Las fórmulas de la sostenibilidad no están escritas. No hay un manual o idea única que funcione para todas las radios, como un todo homogéneo. Cada una, como el mismo entorno en el que se ubica, está llena de particularidades. Quizás son esas particularidades sobre las que hay que volver la mirada para atreverse a la osadía de lo nuevo e inexplorado, y de esa manera empatarle al tema de la sostenibilidad.


1 Pérez Quintero, Marcos (2015). Entre La Rubia y La Morena. Marcos Pérez Caicedo. Más de 50 años de radiodifusión. Impresiones Ditar, Barranquilla, Colombia. Pág. 160

2 Sector de Radiodifusión Sonora en Colombia. Plan Técnico Nacional. Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones MINTIC. Recuperado de: https://mintic.gov.co/portal/604/w3-article-8647.html

3 Declaraciones de Mauricio Beltrán Quintero, Presidente de FEDEMEDIOS en entrevista concedida a Mundo Rural, espacio radial de las EDC. Recuperado de: http://www.elcampesino.co/la-defensa-derecho-emisoras-comunitarias-aprietos/

4 Maldonado Tovar, Juan Camilo (2017). El país del silencio. Cartografías de la Información. Fundación para la Libertad de Prensa. Recuperado de: https://flip.org.co/cartografias-informacion/content/el-pa%C3%ADs-del-silencio

5 Ibid.

6 Fajardo Rojas, Miguel; Toloza Suárez, Beatriz; Tibaduiza Araque, Fernando; Marín Arango, Olga. (2010). La radio comunitaria una empresa social sustentable. Herramientas para la gestión. MINTIC y Ministerio de Cultura de Colombia. Bogotá, Colombia. Pág. 25

7 López Vigil, José Ignacio (1997). Manual urgente para radialistas apasionados. Artes Gráficas Silva. Quito, Ecuador.

8 Registro sonoro de la intervención de Belén Pardo en el Taller de Sostenibilidad de la Radio Comunitaria en el marco de la III Jornada de Comunicación de CORAPE en Quito, Ecuador. Julio 2018.

9 Ibid.

10 Freire Paulo (2011). Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Grupo Editorial Siglo XXI. Pág.59